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Campaña Electoral 2005: Binner tuvo su revancha y el PS aplastó en Rosario (La Capital)

24 octubre, 2005

Binner tuvo su revancha y el PS aplastó en Rosario (La Capital)

comentarios: contacto@hermesbinner.com.ar

El candidato socialista se impuso cómodo. El rosarino plebiscitó a Lifschitz. Pésima elección del PJ local

Walter Palena

Hermes Binner tuvo que esperar dos años para degustar el triunfo que se le negó cuando se postuló a la Gobernación en el 2003. Para el Frente Progresista, y el socialismo en particular, la victoria tuvo en Rosario un sabor más excitante aún: barrió al peronismo, representado por el Frente para la Victoria, duplicándolo en cantidad de votos y colocando siete concejales. El ARI se reafirmó como tercera fuerza a nivel provincial, aunque sufrió en la ciudad el tijeretazo de la boleta en detrimento de la candidata a diputada Alicia Gutiérrez, quien no logró alcanzar su escaño en la Cámara baja. La performance electoral de Binner tuvo en Rosario su pico más alto, pero también logró imponerse en la ciudad de Santa Fe y en otros centros urbanos importantes. Los diez puntos de diferencia que le sacó al oficialista Agustín Rossi instalaron al ex intendente como un serio aspirante a destronar al peronismo de la Casa Gris y arrebatarle el invicto que ostenta desde 1983.

La provincialización de la campaña que instaló Binner le dio buenos réditos y alejó la sensación de que el derrotado no fue el presidente Néstor Kirchner sino el gobernador Jorge Obeid, quien a partir de hoy enfrentará serias dificultades para encarar los dos años de gestión que tiene por delante. De ahora en más Obeid deberá soportar los clásicos pases de factura dentro del PJ y su tribulación aumentará si Binner decide firmemente instalarse como gobernador virtual. El reflujo de los actos y discursos de campaña dejan esa sensación. A Rossi, a pesar del dolor por la derrota, no se le puede reprochar nada. Nominado candidato a diputado por descarte, el presidente del Concejo rosarino trajinó la provincia pero no pudo remontar una cuesta que se le insinuó complicada desde el arranque. Tampoco se le podrá reprochar nada a Kirchner en la apuesta que hizo para sus candidatos santafesinos. Inauguró la campaña nacional del Frente para la Victoria en Rosario y también se hizo presente en el último tramo.

De todas las provincias que gozan de las bondades de los números que arroja la macroeconomía, Santa Fe es la única que le fue esquiva al Frente para la Victoria. La explicación deberá encontrarse, entonces, en el desgaste del peronismo local y de una gestión provincial que no “enamoró” (María Eugenia Bielsa dixit) a los ciudadanos. De todas maneras, el triunfo de Binner no debe leerse como un golpe a Kirchner. El presidente sigue gozando de una buena imagen en Rosario y en la provincia. Los operadores con asiento en Balcarce 50 no se adjudicarán del todo la derrota en territorio santafesino y, en todo caso, dejarán entrever que ganó un “aliado táctico” (por Binner) del gobierno. Estas elecciones demostraron la labilidad del comportamiento electoral santafesino. Hace apenas dos años el ARI de Elisa Carrió casi gana la provincia en las presidenciales. Esta vez el caudal de votos fue considerablemente menor y cayó víctima de la polarización entre el Frente Progresista y el Frente para la Victoria. Más allá de la buena elección en Rosario y la ciudad de Santa Fe, el ARI no pudo conseguir un escaño en Diputados. Todas las bancas en juego se la repartieron entre socialistas, sus aliados radicales y los peronistas del Frente para la Victoria.

Un dato curioso. Binner logró el milagro de sumar al bloque de diputados nacionales radicales a dos santafesinos (Hugo Storero y Pedro Morini). El sello UCR camuflado dentro del Frente Progresista sacó buenos dividendos. La polarización también sepultó al Partido Demócrata Progresista. Por primera vez desde 1985 en elecciones de renovación legislativa el PDP no consiguió colocar un solo diputado. El voto del PDP, tradicionalmente antiperonista, ¿habrá mudado hacia Binner o se evaporó en la dispersión de fuerzas? Héctor Cavallero, sin apoyo oficial y con escasos recursos para la campaña, alcanzó el cuarto lugar y hará pesar el caudal obtenido cuando sea convocado nuevamente a integrar un frente con los peronistas. El menemismo, con Luis Rubeo a la cabeza, también sufrió un revés importante y no logró superar siquiera a la democracia progresista. El raquítico caudal de votos motivará un replanteo hacia el futuro, si es que lo avizoran, más aún con la derrota del jefe máximo (Carlos Menem) en su propio terruño de La Rioja.

La marea local
En Rosario, el socialismo sencillamente fue una aplanadora. La lista que encabezó Horacio Ghirardi dobló en votos al Frente para la Victoria, liderado por Osvaldo Miatello. El Frente Progresista se alzó con siete bancas, el Frente para la Victoria con tres y el ARI con un escaño. El voto arraste de Binner y la fuerte apuesta que hizo el intendente Miguel Lifschitz contribuyeron para que el socialismo arrasara en la geografía rosarina, ganando en todas las seccionales por primera vez, algo que será considerado histórico para el partido de la rosa roja. La excelente elección del Frente Progresista produjo otro milagro, y el favorecido fue otro radical: Jorge Boasso. El edil antifrentista quedó en sexto lugar luego de la interna abierta en la que compitió con Ghirardi. Por consiguiente, Boasso, quien se guardó en el silencio y no participó de la campaña, fue favorecido por la marea de votos socialistas y retuvo la banca que ponía en juego.

Estos comicios también demostraron que Rosario es terreno vedado para el peronismo, que hizo su peor elección desde el retorno democrático del 83. Si se toma en cuenta el antecedente más inmediato de las internas abiertas del 7 de agosto, casi 50 mil votos del peronismo mudaron hacia otros partidos. El ARI, encabezado por Carlos Comi, no pudo conseguir su objetivo de duplicar los votos que consiguió en las primarias (el 8 por ciento). Aun así, el partido que lidera Lilita logró sumar tres puntos más (11 por ciento), meter un concejal y afirmarse como tercera fuerza. El resto de los partidos se consumió en la polarización, atrapados por el aluvión de boletas socialistas que brotó de las urnas, confiriéndole a Lifschitz su tan ansiado plebiscito.

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