El filósofo Tomás Abraham consideró a Binner como "lo nuevo de la política" (La Capital)

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También ponderó a Sabatella, intendente de Morón.

Rodolfo Montes/La Capital

Filósofo argentino -nacido en Rumania-, profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA), autor, entre otros 15 libros, de "Historias de la Argentina deseada" y "El último oficio de Nietzsche". Tomás Abraham concibe el oficio de pensar las grandes ideas haciéndolas dialogar con la coyuntura política. En una entrevista con La Capital, Abraham marcó la importancia de la historia y la filosofía para pensar la política, evaluó la disputa de Chiche Duhalde con Cristina Fernández y ubicó a Hermes Binner "entre lo nuevo de la política, que no tiene programas especiales en los medios de comunicación".

-Felipe Pigna, Pacho O'Donnell, Félix Luna trabajan sobre la historia y lograron vender muchos libros. ¿Por qué cree que interesa tanto esa disciplina?-Hay quienes descreen de las modas. Siempre hay quienes de inmediato recuerdan que la seriedad es de bajo perfil, por lo general este tipo de preceptores del rigor y de la consistencia mascullan sus resentimientos. Estimo que es en el terreno del trabajo de los historiadores donde mejor se elaboran las cuestiones de nuestros doscientos años de vida, incluso las de nuestra actualidad. Tulio Halperín Donghi es el que en mi conocimiento ofrece las herramientas teóricas más precisas para entender nuestro presente. Y lo hace porque complejiza, no hace gala del pensamiento binario que divide aguas en nuestros doscientos años entre cipayos y patriotas, pueblo y oligarquía y otras simplezas.

-Mucho se habla de lo viejo en la política. ¿Qué creencias visualiza en la opinión pública -tanto ilusorias como factibles de llevar a la práctica-, respecto de la construcción de lo nuevo en política?-Por lo general nuestra opinión pública infla el globo del mal y pincha el del bien. Por ejemplo, (Martín) Sabatella, intendente de Morón, y Binner no han sido objeto de programas nacionales de TV, para ver cómo se desarrolla su obra política. También sucede con muchos que trabajan en medio de obstáculos, a sol y a sombra. Ahí está lo nuevo, pero no da para gritos.

-Crisis de partidos políticos, crisis de representación: ¿cómo evalúa ese vínculo hoy en la Argentina?
-Desde que se puso en funcionamiento el sufragio universal, el sistema representativo fue adulterado o simplemente destruido. De todos modos, es cierto que desde hace veinte años vivimos con un sistema más abierto y libre que en toda nuestra historia, y esto a pesar del "que se vayan todos".

-¿Ve la confrontación Cristina-Chiche como una pelea orientada a resolver dilemas auténticos o bien como una puja que desvía y retrasa debates verdaderos?
-Creo que lo que se dirime en las próximas elecciones es una nueva relación de fuerzas dentro del justicialismo. Es posible que Kirchner y Duhalde negocien, luego, sus nuevos lugares con una inversión de espacios de poder. No es una mala noticia que personal gubernamental como (Ginés) González García, (Roberto) Lavagna, la Corte Suprema, (Felipe) Solá, (León) Arslanián, (Juan Pablo) Cafiero y otros reemplacen, por fin, a (Carlos) Ruckauf, (Aldo) Rico y (Luis) Patti. Pero de todos modos el país necesita un crecimiento sostenido y pujante de sus fuerzas productivas para que la situación cambie.

-Respecto del conflicto social, ¿observa que el país está entrando en una nueva puja por la distribución del ingreso?-Si se utiliza el lenguaje ganador que dice "crecemos, tenemos plata, hay superávit, etcétera", indudablemente se instala la puja por la distribución del ingreso. Estoy de acuerdo con la posición de Lavagna: hay que ser prudentes para no recaer en caminos sin salida. El capitalismo no es un supositorio que duele pero que hay que adoptar porque no hay más remedio, implica estrategias de crecimiento, de atracción de capitales, de inversión, una política fiscal estricta, ahorro interno. No se trata sólo de montos salariales sino de créditos para la vivienda, del costo de la educación, y de un marco político estable. Debe prevalecer la disciplina gremial y no la presión corporativa.